A todos nos gusta que lo que hacemos tenga éxito y sea reconocido. Sin embargo, a veces una voz interior nos dice que tenemos que dar más, llegar a un determinado punto, mejorar en esto, en aquello… Esta vocecilla puede motivarnos y guiarnos sobre cómo hacer las cosas. Sin embargo, también puede limitarnos haciéndonos sentir insuficientes e incapaces.
La autoexigencia
La autoexigencia surge ante la necesidad de alcanzar nuestras metas, sentirnos valiosos y reconocidos. Aunque nos impulse a llevar a cabo acciones para conseguir estos fines, también puede suponer un problema cuando no la empleamos de forma realista. Esto ocurre cuando, por ejemplo, nuestras expectativas son demasiado elevadas. O cuando nos planteamos objetivos difíciles en un plazo de tiempo muy reducido, sin tener en cuenta otros factores. También cuando nos enfocamos en los errores, menospreciando nuestros logros.
La autoexigencia es un rasgo que a menudo se relaciona también con el perfeccionismo. Ambos pueden generarse por el entorno en el que hemos crecido y dependen también de la cultura en la que nos encontremos. Si lo pensamos, la autoexigencia y el perfeccionismo son dos rasgos socialmente muy valorados al asociarse al éxito. Además, las redes sociales tienden a mostrarnos una realidad ideal, pero silencian lo que hay detrás. De esta manera, pueden dar pie a comparaciones y afectar a nuestra autoexigencia y perfeccionismo.
Es habitual que la autoexigencia se exprese a través de un diálogo de reproches hacia nosotros mismos. Nos mostramos inflexibles con frases como “tengo que hacerlo bien”, “no hago nada bien”, “te has vuelto a equivocar”. Debajo de ellas pueden esconderse emociones como el miedo o la rabia, que pueden derivar en sentimientos de inferioridad y culpa. Por ejemplo, podemos sentirnos culpables por descansar cuando nos exigimos ser productivos en todo momento, o cuando sentimos que hemos fallado y debemos trabajar más. Todo ello puede influir en nuestra autoestima, y llegar a bloquearnos por no saber cómo abordar una tarea para que se ajuste a nuestras expectativas.
¿Cómo puedo gestionarlo?
Por lo general, es normal que no todas las áreas de nuestra vida estén completamente satisfechas la mayoría del tiempo. Si tratamos de ser altamente funcionales y perfectos en todas ellas, a menudo sentiremos que estamos desbordados y probablemente aumentemos nuestra exigencia. Puede ayudarnos tomar conciencia de en qué aspectos de nuestra vida somos más exigentes, para ver de qué manera nos afecta.
También es importante que prestemos atención a las emociones que están debajo: ¿cómo me hace sentir esto?, ¿qué hay detrás de esta autoexigencia? Y, por último, podemos trabajar para cambiar la manera de hablarnos a nosotros mismos y ser más compasivos.
Si crees que tu autoexigencia te limita en tu día a día, recuerda que puedes pedir cita para una entrevista gratuita en info@lapuertaazul.net o en el 634 505 585.
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