Muchas veces los adultos elevamos a nivel de pensamiento y conocimiento, aquello que es meramente emocional. Querer es un sentimiento y por mucho que nos empeñemos en dar explicaciones y argumentos sobre cuánto queremos a alguien,como por ejemplo, nuestros hijos, es algo que se tiene que sentir no saber. En palabras de Salvador Minuchin, psicólogo familiar: “No me diga cómo baila. Baile”.

Estamos seguras que si preguntamos a cualquiera de nuestros hijos “¿Papá y mamá te quieren?” su respuesta será sin dudarlo “¡¡SI!!”; sin embargo, en momentos de enfado, o cuando les castigamos o regañamos, es muy probable que nuestros pequeños nos recriminen “que no les queremos”. Podemos hacer dos lecturas de esto: la primera, está enfadado y dice ese tipo de cosas para hacernos daño a los adultos o para conseguir su propósito mediante el chantaje; y la segunda, en estos momentos, nuestro hijo no se está sintiendo querido, aunque él sepa que le queremos en este instante no lo siente.

¿Qué nos hace sentirnos queridos?

Querer es un sentimiento, y por tanto se debe sentir. Esto quiere decir, que expresar mediante la comunicación verbal que queremos a nuestros hijos está bien pero no es suficiente. Recordad cuándo vuestros hijos eran pequeños, muy pequeños, casi recién nacidos. Vosotros les decíais que les queríais. Pero vuestras palabras en sí mismas no eran lo más importante, ya que el bebé no podía entenderos. Lo principal, en esos momentos, era el tono que utilizabais, las caricias que le dabais y la sonrisa que le regalabais.

Cuando vuestro hijo dude de vuestro amor, se sienta un poco más inseguro recordad esos momentos cuando era bebé. Imaginad que vuestro hijo no entiende vuestras palabras… ¿Qué haríais para que supiera que le queréis? ¿Le daríais un abrazo y un beso? ¿Os sentaríais juntos en el sofá a charlar? ¿Hablaríais de lo que a él le interesa, no de lo que os interesa a vosotros? ¿Jugaríais con ellos?