¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN?
Cuando hablamos de depresión es probable que nos acordemos de una persona que la padezca. También es fácil que nos venga una sensación a la cabeza. Algunos la definen como “esa sombra oscura” o “el perro negro que me acompaña”. Se trata de una enfermedad muy común. Su alto nivel de prevalencia hace que la sociedad cada vez se preocupe un poco más por dar una solución a este problema. En datos de la OMS, 350 millones de personas del mundo la padecen. Sin embargo, aunque forma parte de nuestras vidas, se habla con mucha ligereza de que alguien tiene depresión. Se tiende a confundir con estar triste o decaído. Y realmente es algo más grave que sentirte triste algunos días. Se trata de una enfermedad que afecta a personas de todas las edades y condiciones sociales. Ya que es una problemática tan transversal, creemos importante que se conozca.
¿CÓMO IDENTIFICAR SUS SÍNTOMAS?
Como decíamos no se trata simplemente de estar triste. La persona con depresión puede presentar falta de apetito o un apetito desbordado; una sensación de tristeza durante la mayor parte del día; disminución de la capacidad para experimentar placer en diversas actividades; insomnio o un sueño desmesurado; fatiga o pérdida de energía notable; disminución de la capacidad para pensar o concentrarse; sensación de estar agitado o enlentecido, notable también por los demás; sentimientos de culpa excesivos y repetitivos; y, por último, pensamientos relacionados con la muerte de forma recurrente.
¿QUÉ TRATAMIENTOS EXISTEN PARA LA DEPRESIÓN?
La depresión tiene una explicación biológica. Cuando estamos deprimidos, nuestro cerebro no se comporta de la misma manera. Digamos que es un círculo que se retroalimenta. Cuando estamos deprimidos, como hemos visto arriba, uno de los síntomas es la falta de interés o disminución de la capacidad para experimentar placer. Esto se debe a una carencia de serotonina, un “mensajero” que viaja por el cerebro y transporta la “sensación de placer”. Al tener menos ganas de hacer cosas, nos encerramos más. Y ese encierro no hace más que empeorar la situación.
Ante este déficit en el cerebro, una de las soluciones está en el consumo recetado de antidepresivos. La medicación es una solución totalmente válida. Sin embargo, los medicamentos pueden tener efectos secundarios desagradables. Además, pueden generar una dependencia que, a la larga, se vuelve en nuestra contra.
Cuando una persona padece depresión su necesidad es encontrarse bien. No es ningún secreto que muchas personas que la padecen, es tan alto su nivel de sufrimiento que deciden poner fin a su vida. Como psicólogas, nuestra pretensión no es juzgar ese hecho, porque forma parte de la libertad de cada persona. Sin embargo, creemos en la psicoterapia para ayudar a recuperar las ganas de vivir. Junto con el tratamiento médico cuando se precise, la persona con depresión puede buscar la ayuda profesional de un psicólogo. Ambas terapias son complementarias.
En terapia podrá entender qué le ocurre y podrá sentirse comprendido. Aprenderá a buscar la manera de sentirse bien y ser feliz, sin necesitar que un medicamento lo haga por él.
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