Cuenta un relato popular sobre las emociones que un día coincidieron la tristeza y la rabia en un estanque. Ambas se desnudaron para bañarse, con tan mala suerte que al vestirse se confundieron de atuendo. Al irse, la rabia se fue con la ropa de la tristeza y viceversa. Este cuento tan mono, que por cierto juraríamos que lo leímos en un libro de Jorge Bucay, ilustra de lo que venimos a hablar hoy. De cómo a veces confundimos emociones. O ni siquiera sabemos sentirlas y tiramos por la que más común nos parece.
Identificar emociones
Para empezar tenemos que saber qué es lo que nos está pasando. Conocer nuestras emociones es una de las habilidades que entran dentro de lo que conocemos como inteligencia emocional. Se le da últimamente mucha importancia a la empatía, sin embargo, tenemos que empezar por conocer lo que pasa en nuestras tripas. A esta capacidad la llamamos autoregulación o autocontrol emocional. Nos sirve para nombrar las emociones y hacernos conscientes de ellas.
Permiso para sentir
Una vez que ya sé más o menos lo que siento, viene la siguiente pregunta. ¿Tengo permiso para sentir esas emociones? Sí, esas, las que resultan más molestas. Nadie se pregunta esto si hablamos de la alegría, obviamente. Pero, ¿qué pasa con la rabia? ¿o con la tristeza? ¿Hay el mismo permiso?
Pues depende, de muchas cosas. Lo que sí tenemos claro es que cuando imponemos censura a las emociones y no dejamos que salgan tal cual, pasa factura. Por ejemplo, alguien que está acostumbrado a manejar la rabia, pero no la tristeza, porque manejar la tristeza, aparte de triste le hace sentir vulnerable y débil. ¿Qué pasará cuando suceda algo que humanamente es triste como una muerte? Pues que probablemente la persona lo maneje como sabe, como rabia y enfado en lugar de tristeza.
¿Cómo obtengo ese permiso?
Si te has dado cuenta de que ese es tu caso, que te cuesta sentir algunas emociones y que tu tendencia es a transformar las emociones en las que sí sabes sentir, ya has ganado bastante. Ese permiso del que hablamos es algo abstracto, pero se refiere a poder sentir que puedo sentir y no pasa nada malo, valga la redundancia. Y sí, tiene que nacer de dentro, aunque a veces se necesita ayuda profesional.
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