Nuestra población cada vez fallece más tarde. La esperanza de vida ha aumentado. Sin embargo, ¿ha aumentado también la calidad de la misma? Muchos son los programas que se lanzan para fomentar un envejecimiento activo. Por envejecimiento activo se entiende: “El proceso en que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen”. Está claro que la salud es uno de los pilares para envejecer de forma activa. Cuando hablamos de salud entendemos a la persona de forma integral. Es por ello que pensamos que tener un envejecimiento saludable no es solo la ausencia de dolor. Hay algunas enfermedades que nos sobrevienen y no podemos hacer nada por evitarlas. En cambio, hay otras que pueden mantenerse lejos si tenemos unos buenos hábitos.
COMER SALUDABLE
Cuando nos hacemos mayores desciende nuestro nivel de actividad física y los alimentos que comemos son como la gasolina de nuestro cuerpo. El organismo los va utilizando para tener energía. Tiene sentido entonces que cuanto menos nos movemos, menos energía gastamos. Sin embargo, muchos comemos simplemente por placer o por calmar la ansiedad. En el caso de nuestros mayores, incluso puede ser que haya algunas cosas que no puedan comer. Entonces se junta que comen más de lo que necesitan y cosas que no son del todo saludables. Existen muchas recetas y formas de cocinar para poder seguir comiendo rico sin que parezca que estamos a dieta. Introducir en la dieta de los mayores los llamados “súper alimentos” o ingredientes como nuevos cereales puede ser una buena opción. Nunca es tarde para probar cosas nuevas.
HACER EJERCICIO FÍSICO
Si comer bien es una de las patas de tener un envejecimiento activo, está claro que moverse es otra pata. Cuando envejecemos solemos perder agilidad. Algunos movimientos que antes hacíamos con soltura se nos tornan imposibles ahora. Es importante que aún con los hándicaps propios de la edad los mayores hagan ejercicio. El movimiento nos conecta con nuestro cuerpo y nos orienta en el espacio. Reduce la probabilidad de accidentes al ser más conscientes de nuestro volumen. Y, además, al hacer ejercicio generamos endorfinas, las cuales nos provocan sensación de bienestar y placer.
HACER EJERCICIO MENTAL
Cuando llega el momento de la jubilación solemos recibirla con alegría. Dejar de trabajar puede darnos muchas ventajas. Podemos dormir más tiempo sin tener que madrugar. Puede ayudarnos a reducir el estrés por no tener una obligación diaria. Y por supuesto, nos deja más tiempo para disfrutar de nuestro ocio y nuestra familia. No obstante, dejar de trabajar también puede que implique dejar de tener actividades intelectuales o que requieran de un esfuerzo y concentración. Es vital, por tanto, que sigamos manteniendo a nuestro cerebro despierto con otras actividades. Tareas como hacer crucigramas, leer, hacer sudokus, sopas de letras, etc; nos ayudan a mantener en forma nuestras funciones ejecutivas.
TENER VIDA SOCIAL
Los seres humanos somos seres sociales. Necesitamos a los demás para vivir. Cuando nos hacemos mayores vamos perdiendo amigos y familiares por el camino. Es posible que eso nos haga encerrarnos más y no tener muchas relaciones sociales. Es lógico que cuando alguien fallece precisemos de un tiempo para asimilarlo. Incluso es probable que en algunos casos se necesite ayuda profesional de un psicólogo para superar algunas pérdidas. Pero sin duda, encerrarnos y no tener apenas relaciones sociales no nos hará sentirnos mejor.
Por otro lado, cuando envejecemos también tendemos a relacionarnos con menos personas. Los círculos se estrechan, nos relacionamos con hijos, nietos y familiares varios. Pero las ocasiones para conocer a gente nueva se reducen. Hemos de buscar entonces alternativas que se ofrezcan en centros cívicos o de mayores. Nos dará la oportunidad de conocer a gente que se encuentre en nuestra misma situación. ¡Quizá encontremos a gente interesante!
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