Volvemos de las vacaciones y podemos sentir que nos incorporamos a un tren en marcha que nunca ha dejado de funcionar. Vuelven las prisas, las responsabilidades, las exigencias y un largo etcétera. Y entonces, adsorbidos por este torbellino, es probable que nos dejemos llevar por nuestras emociones y no las gestionemos de la mejor manera. Es aquí cuando interviene la autorregulación.

Qué es la autorregulación

El otro día me levanté como llevo haciendo desde hace unos días: con prisas, sin haber descansado bien y para colmo, el día nublado. Llego al trabajo, no sin antes haber experimentado la aventura del metro de Madrid en hora punta. Y según entro por la puerta, mi compañero me pregunta: “¿Has traído lo que te pedí para hoy?” En ese momento, noto cómo dejo salir todo mi enfado, y con muy mala cara y un grito, le digo: “¡Buenos días, ¿eh?!”.

En un primer momento pensé: ¡No debería haberme hablado así, después de la mañana que llevo y encima con exigencias! Unos minutos después vi que este compañero había estado escribiéndome varios días seguidos sobre la urgencia de entregar lo que me pedía. Y yo con las prisas y el cansancio que llevaba no me había parado a ver los correos. Tras pensarlo un rato, decidí salir a disculparme con él. En realidad, ni él tenía la culpa de que yo no hubiese visto los mensajes, ni de que tuviese una mala mañana. ¿Me fastidiaba haber recibido eso nada más entrar por la puerta? Sí, pero eso no justificaba mis formas.

Aunque a menudo no nos demos cuenta, la autorregulación suele estar muy presente en nuestro día a día. Es la capacidad que nos permite gestionar nuestras emociones, pensamientos y acciones. Como vemos en nuestro ejemplo, nos sirve para adaptarnos a las distintas situaciones y evitar malentendidos o resultados no deseables ¡Pero esto no sólo depende de nosotros! Algunos factores como el estrés, el cansancio, nuestro carácter, o el entorno que nos rodee tienen gran influencia sobre cómo nos regulamos en cada situación.

Muchas veces, podemos confundir la autorregulación con el autocontrol, o incluso con silenciar nuestras emociones. Regular lo que sentimos para adaptarnos a las circunstancias que nos rodean no implica que no prestemos atención a lo que estamos sintiendo. Como se ve en el ejemplo, tiene más que ver con parar y mirarnos un poquito. Identificar y entrar en contacto con nuestras emociones nos ayudará a gestionarlas mejor, ya que, si no sabemos que están ahí, ¿cómo vamos a regularlas?

Otro aspecto importante de mirarnos es saber qué nos ha hecho responder de esa manera. Por ejemplo, fijarnos en qué cosas nos hacen sentir de un determinado modo. O cómo solemos manejar el estrés y cómo percibimos los mensajes de los demás en estos momentos. Este tipo de preguntas pueden ayudarnos a conocernos y anticiparnos a nuestras emociones y acciones. De esta forma, podemos evitar desbordarnos, o averiguar por qué nos hemos desbordado y reparar lo ocurrido.

Si crees que tienes dificultades para regular tus emociones y te gustaría aprender a gestionarlas de manera sana, recuerda que puedes pedir cita para una entrevista gratuita en info@lapuertaazul.net o en el 634 505 585