Como bien sabemos, la adolescencia es una etapa repleta de cambios, retos y aprendizajes, tanto para nuestros hijos, como para nosotros. Por eso, cuando de repente descubrimos que nuestro hijo adolescente nos ha mentido, pueden asomar emociones como la culpa o la ira. Al ser estas emociones difíciles de sostener, lo más habitual es que se origine un conflicto y que dialogar sea verdaderamente difícil.
¿Por qué mienten un adolescente?
Antes de meternos de lleno con qué hacer ante una mentira de nuestro adolescente, demos un pasito atrás. ¿Por qué ocurre? ¿Cómo ha podido mentirme? Aquí es cierto que no tenemos una respuesta concreta ni correcta. Los adolescentes mienten, al igual que todos hemos podido hacerlo en algún momento de nuestra vida, o continuamos haciendo. Los motivos pueden ser diversos: no querer dar explicaciones, evitar una consecuencia o castigo, por temor a decepcionar, o incluso para protegerse. Asimismo, también puede haber mentiras si el adolescente cree que no será comprendido o respetado, o si existe un excesivo control sobre este.
Tengamos también en cuenta que durante la adolescencia se persigue la autonomía y la construcción de la identidad cobra fuerza. Ambas generan un distanciamiento de los padres que es sano y necesario. Pero también puede ocurrir que, en esta diferenciación, los intereses de los padres no coincidan con los de los adolescentes. En este caso, si no existe una adecuada comunicación, también puede dar pie al uso frecuente de las mentiras.
Es entonces cuando pueden convertirse en un problema, si se emplean como una estrategia habitual de afrontamiento. Veamos qué podemos hacer entonces.
¿Cómo puedo actuar?
Sea cual sea la motivación de las mentiras, lo cierto es que requieren de una buena comunicación para ser abordadas. Por otro lado, es natural que surjan emociones como el enfado o la decepción, acompañadas de muchos interrogantes. Sin embargo, en lugar de regañar, culpar, o dudar de nuestro adolescente, optemos por establecer un diálogo, evitando así que de nuevo la comunicación se vea afectada.
En lugar de ello, empecemos preguntando qué ha ocurrido y cuáles han sido los motivos para mentirnos. Aquí podemos encontrarnos con verdades que no queremos escuchar o saber, pero en ese momento intentemos dejar nuestras emociones al margen, priorizando así al adolescente. A continuación, también podemos hablar de cómo se siente y cómo nos ha hecho sentir a nosotros, siempre desde el respeto y cuidando el lenguaje.
Finalmente, en cuanto a las consecuencias de la mentira, tratemos de pensarlas con detenimiento, no dejándonos llevar por la ira. ¿Es proporcional esta consecuencia a lo ocurrido? ¿Qué aprendizaje se obtiene de ella? ¿Va a servir de algo? A su vez, dependiendo de la situación, es posible que sea necesario negociar o revisar los límites. Podemos plantearnos desde dónde se están estableciendo, cómo los vive el adolescente, o qué necesidades tiene.
Si sientes que tienes dificultades para abordar las mentiras de tu hijo/a adolescente, recuerda que puedes pedir cita para una entrevista gratuita en info@lapuertaazul.net o en el 634 505 585.
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